Museo de la Locura.




“…Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao…
No ves que va la luna rodando por Callao;
que un corso de astronautas y niños,
con un vals, me baila alrededor…
¡Bailá! ¡Vení! ¡Volá!...”

Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, y en la mayoría de las civilizaciones, a los trastornos psíquicos se les ha considerado una condena; a los enfermos, culpables y a los encargados de su atención, cuya misión era “librar a la sociedad del mal”, inquisidores. El origen del estudio de la locura está íntimamente ligado a la religión. Ya el hombre primitivo atribuyó una causa sobrenatural a la enfermedad mental, lo cual no le privó de abordar cierto enfoque terapéutico. Se han encontrado cráneos trepanados de hace más de 10.000 años pertenecientes al neolítico europeo que demuestran que ya entonces la curiosidad humana identificaba la cabeza como la caja que albergaba los secretos de la conducta trastornada (este tipo de evidencias se han encontrado en la Islas Canarias, el Norte de África y Rusia).
Hipócrates (460-377 a.C.), gran pionero griego de la fisiología, señaló por primera vez un posible origen natural de los trastornos mentales basándose en la idea de que toda enfermedad tiene su origen en el desequilibrio entre los cuatro humores corporales: sangre, bilis negra, bilis amarilla y flema. Hipócrates es, además, autor de la primera clasificación psicológica de los temperamentos (colérico, sanguíneo, melancólico o flemático) e incluso llegó a diferenciar tres categorías de trastorno mental: manía, melancolía y frenitis, ideas que perduraron casi inalteradas hasta el final de la civilización grecorromana.
La cultura romana recogió gran parte de los postulados griegos sobre la mente, aunque con algunos matices reseñables. Asclepíades, un pensador nacido en el 124 a.C., se muestra contrario a la teoría humoral de Hipócrates y sugiere la influencia del ambiente en el comportamiento patológico (también distinguió entre alucinaciones, ilusiones y delirios, y propuso una división entre males mentales crónicos y agudos).
Pero sin duda la mayor aportación de la época la realiza Galeno (130-200 d.C.), quien sintetizó todos los conocimientos de sus antecesores y realizó una nueva clasificación de los trastornos de la psique. Según su opinión, las causas de la locura podían ser orgánicas (lesiones, exceso de alcohol, cambios menstruales...) o mentales (miedos, desengaños, angustias...). Además, sostenía que la salud anímica dependiá del equilibrio entre la parte racional, irracional y sensual del alma.

Durante toda la Edad Media la locura fue terriblemente "incomprendida" (es en esta época donde surge el termino “lunático” ya que se asociaba el estado de locura temporal con las fases lunares, principalmente con la luna llena; esto también contribuyó, hasta el día de hoy, a la creencia de la licantropía -hombre lobo-). El tratamiento de los enfermos lo realizaban principalmente los clérigos en los monasterios (en un primer periodo, el cuidado exigía un trato humanitario y respetuoso, aunque el estudio de las causas del mal se abandonó en manos de la superstición y las creencias en la posesión demoníaca). Con el transcurso del tiempo, la visión caritativa del tratamiento mental se fue endureciendo hasta convertirse en habituales sesiones de torturas, exorcismos y encierros en calabozos.
En este negro panorama, no dejaron de aparecer ciertas excepciones. Así, San Agustín acepta que la razón puede modificar los trastornos del ánimo mejor que la fuerza, y Santo Tomás de Aquino reconoce que el alma no puede enfermar y, por lo tanto, la locura debe ser un mal relacionado con el cuerpo, susceptible de tratamiento.

En el Renacimiento, la locura surge como una nueva encarnación del mal. Es en este momento en que aparece la denominada "stultifera navis" (nave de los locos) que determina la existencia errante de los locos. Dicha nave fue utilizada para eliminar del territorio a estos "seres molestos" que ponían en riesgo la seguridad de los ciudadanos. Sin embargo, este viaje no sólo hacía de barrendero humano, sino que otorgaba al loco la posibilidad de "purificación", sumado al hecho de que cada uno es entregado a la suerte de su propio destino, pues “cada viaje es, potencialmente, el último” .
A partir de Erasmo de Rotterdam y del Humanismo, la locura pasa a ser parte directa de la razón y una denuncia de la forma general de la crítica. Es la locura la que ahora analiza y juzga a la razón. Los papeles se invierten y dejan ver que una no podría sobrevivir sin la otra, pues ambas son una misma cosa que, en determinados momentos, se desdobla para revalidar su necesaria presencia en el mundo.
Sólo en el siglo XVII se dominará a la locura a través del encierro, con el llamado “Hospital de los locos”, donde la razón triunfará por medio de la violencia.
"La sabiduría inoportuna es una locura, del mismo modo que es imprudente la prudencia mal entendida", Erasmo de Rotterdam.
Habrán de pasar muchisimos años más de tormentos antes de que el conocimiento de la enfermedad recibiese un gran impulso de la mano del francés Philipe Pinel (1745-1826). En plena Revolución Francesa este destacado médico, siendo director del Hospital de "La Bicètre” y luego del de “La Salpêtrière”, liberó simbólicamente a todos los enfermos mentales de ambas instituciones y sustituyó el término loco por el de alienado (sin embargo su mayor aportación fue la de conferir rango científico al tratamiento de la psique enferma). Además, sugirió la creación de cuerpos médicos especializados e instituciones exclusivas para el cuidado y curación de los enfermos psíquicos (que son el precedente de los hospitales psiquiátricos de hoy). Por todo ello, a Pinel se le considera uno de los padres de la psiquiatría moderna.
Más tarde, figuras como Emil Kraepelin (1856-1926) Sigmund Freud (1856-1939) y Karl Jaspers (1883-1969) dan forma al actual acercamiento de la enfermedad mental desde el punto de vista de las ciencias positivas y de la razón.

Si quieren saber un poco más sobre el tema, el Museo de la Mente de Roma, Italia, es un hospital piquiátrico convertido en museo. El hospital se llamaba Santa María della Pietá, y fue cerrado en 1978, cuando se aprobó una ley italiana que sustituía cuidados de los enfermos mentales, por servicios comunitarios.
El tema recurrente del Museo es anular los prejuicios respecto de las enfermedades mentales. El museo se fundó hace 8 años, y fue reinaugurado en octubre del 2008 después de una reestructuración de alta tecnología a cargo de "Studio Azzurro", un colectivo artístico que trabaja con ambientes interactivos y videos.
“El espectador asume la locura y adopta inconscientemente el aspecto de quien está del otro lado. No queríamos dramatizar sino incluir drama, y echar a volar la dimensión imaginativa que despierta la locura, que puede ser fértil, aún para quienes se consideran cuerdos”, dijo a The New York Times Paolo Rosa, fundador de Studio Azzurro.

Un museo que, Dios y billete de por medio, me gustaría visitar.

Balada para un loco: Roberto Goyeneche y Astor Piazzolla

Viva!, estoy loca, loca, loca!¡Trai lai larará....!
Salud!