Gorée, la isla de los espíritus

Prisioneras de la historia, las ánimas atormentadas siguen lamentándose en los distintos rincones de aquella isla que, hace ya varios siglos, fue martirio y sufrimiento. Algunas personas afirman escuchar sus gritos y llantos, otras hablan de cadenas y grilletes golpeando contra muros eternamente cerrados. Cómo si todavía aguardara la redención, la isla de Gorée aún padece el estigma de la terrible esclavitud…


Gorée es una pequeña isla ubicada en la región africana. Está ubicada frente a la costa del país al que pertenece, Senegal, y se encuentra a tan sólo 3 kilómetros de la ciudad de Dakar, la capital. De una geografía de por sí muy atractiva, actualmente la isla es un lugar turístico de cierta importancia. Sin embargo, su historia está categóricamente vinculada con lo inhumano, la crueldad, el horror y la muerte, pues en ella se estableció durante casi 3 siglos uno de los principales mercados de esclavos llevado a cabo por los imperios europeos.


El comercio de personas empezó poco después del descubrimiento del Nuevo Mundo, a principios del siglo XVI, para proporcionar mano de obra barata a las colonias españolas y portuguesas. En Gorée se incrementó, aproximadamente, un siglo después, o sea, en el XVII. La isla perteneció, en un principio, a los holandeses, pero la llegada de los franceses e ingleses cambió el control sobre el lugar (según parece, el nombre de Gorée viene de esa época, pues los holandeses la conocían con el nombre de “goedde redde” -buen puerto-).

Durante todo ese período de luchas imperiales, el tráfico de esclavos alcanzó tiempos de “gran esplendor”. La isla, que estaba ubicada en un lugar estratégico, recibía a millones de personas que eran capturadas en diversos lugares del interior del continente africano (muchas veces eran victimas de sus propios pares, de los lideres de sus tribus, que los entregaban a los europeos a cambio de distinto beneficios).

En los comienzos del siglo XIX, el negocio de la esclavitud empezó a perder fuerza, y en 1815 se abolió el tráfico de esclavos, lo que llevó a la isla a disminuir su importancia comercial. El cierre de las Casas de Esclavos fue inmediato, a pesar de que la institución de la esclavitud siguió vigente hasta mucho tiempo después por las colonias francesas.

Los documentos de la historia dicen que por la isla de Gorée pasaron alrededor de 20 millones de esclavos, que aguardaban allí para ser trasladados, principalmente, a las colonias que las coronas europeas tenían en el Brasil, el Caribe y las Antillas. Embarcados en naves especialmente diseñadas para transportar esclavos, eran llevados en terribles y agobiantes viajes de 40 días, o más, a plantaciones de café, algodón y caña de azúcar. Allí, en la nueva tierra que los esperaba, agonizaban y morían, abandonados por una libertad y una dignidad que ya nunca podrían recuperar (cabe mencionar que no todos los esclavos llegaban a destino ya que la gran mayoría de ellos moría en altamar o en la celdas construidas en la isla. Se estima que más de 6 millones de personas murieron en Gorée, sin siquiera ser embarcadas).

El epicentro de la trata de esclavos en la isla eran las llamadas Maisons des Esclaves (Casa de Esclavos, en francés). Estas casas eran dirigidas por mercaderes europeos, que habían construido dentro de sus muros decenas de celdas en la que hombres, mujeres y niños esperaban el turno de ser embarcados en condiciones infrahumanas. Dentro de esas casas se clasificaba a los esclavos, que eran agrupados y vendidos teniendo en cuenta ciertos parámetros que subían o bajaban su valor (por ejemplo, los hombres robustos eran los más apreciados, así como las mujeres que tenían pechos grandes o los niños que tenían la dentadura completa. Por otro lado, había un interés especial por las adolescentes vírgenes, por lo que los tratantes de esclavos pagaban las cifras más altas).

En la actualidad solo se conserva una sola de estas Casas de Esclavos, convertida ahora en museo de la tragedia y declarada, en 1978 por la UNESCO, Patrimonio de la Humanidad. En las paredes restauradas de la casa pueden leerse muchos mensajes escritos por personas de diferentes lugares del mundo, acompañadas con citas de Martin Luther King, Tagore o Léopold Sédar Senghor, poeta senegalés que fue el primer presidente del país en 1960.

Ya han pasado casi 2 siglos desde el final de la tragedia africana, desde el último barco, desde la última tortura... Hoy la isla es visitada diariamente por miles y miles de turistas, y quizás por eso, sólo quizás, los espíritus todavía deambulan implorando no ser olvidados…


Adieu.