Los "gnocchi" del 29

Los famosos ñoquis del 29 (del italiano “gnocchi”, plural de gnocco, que significa bollo, grumo o pelotita) tienen una tradición que trasciende las fronteras del ritual cotidiano y doméstico, mezclando lo mundano con lo divino.

Si bien es cierto que, como toda tradición reformada, modernizada, rejuvenecida y/o restaurada, hoy ha perdido parte de su razón originaria, con el tiempo se ha ido abasteciendo de las costumbres de los distintos hombres y mujeres que poblaron este suelo.
Se conocen, por lo menos, 3 historias que aportaron para que este evento de los días 29 de cada mes sea tan popular. Veamos…


La historia más antigua es atribuida a Pantaleón (275 al 303), un joven médico nacido en Nicomedia (actual Turquía), quien, tras convertirse al cristianismo, peregrinó por el norte de Italia. Allí practicó milagrosas curaciones por las que, tiempo más tarde, fue canonizado. En cierta ocasión, casualmente un día 29, pidió albergue a unos labradores muy pobres. La familia compartió con él su escasa comida, y, en agradecimiento, el santo les auguró que verían aumentada su cosecha. La profecía se cumplió. También se cuenta que al marcharse, Pantaleón dejó unas monedas de oro bajo su plato. Es por esta razón que el ritual también contempla, a veces, la presencia en la mesa de una estampita de San Pantaleón y el rezo de una oración en su memoria.

Se cuenta también que la costumbre tuvo origen en Italia, allá por el año 1690, en un pueblito piamontés. Ante el repentino aumento de la harina de trigo debido a la pérdida de cosechas y al alto impuesto que se debía pagar por moler los granos, los campesinos italianos experimentaron con un sustitutivo de la harina: el puré de papas. En aquel entonces la papa se cultivaba sólo para alimentar a los animales, pero dada la necesidad, penuria y miseria reinante, crearon los ñoquis de papa salvándose así de pasar hambrunas mayores. Desde ese momento, los pobladores tomaron como hábito reunirse en la plaza principal todos los 29 de cada mes (día del Santo Patrono) para agradecer las cosechas de papas. Para festejar preparaban ñoquis, claro está, y cada comensal colocaba debajo de su plato las monedas que su bolsillo le permitía y al terminar de comer se las repartían a las parejas que habían elegido ese día para casarse como augurio de prosperidad.

En Argentina, la costumbre se impuso en la década de 1980. En ese entonces se reunían, religiosamente todos los meses, algunos periodistas gastronómicos. Los lugares de encuentro eran rotativos, es decir cada mes en una casa distinta (de esta forma los anfitriones se podía lucir con exquisitos manjares). Todo comenzó cuando le tocó el turno a una conocida periodista justo un día 29. Ella conocía la historia de San Pantaleón y decidió preparar para esa ocasión los riquísimos ñoquis de papa. La idea resultó todo un éxito (los comensales recibieron los ñoquis con aplausos y todo). Pronto se divulgó la costumbre que dio origen a un club muy singular, “El Club del Ñoqui”, que reunía todos los meses a celebres, influyentes y distinguidas personas de todos los ambientes culturales y sociales de la capital porteña y a muchos trabajadores de prensa. En muy poco tiempo los ñoquis ya estaban instalados en la mayoría de los hogares. Los restaurantes vieron en esta tradición un excelente negocio y, ni lentos ni perezosos, cada 29 preparaban deliciosos y nutritivos ñoquis.

Estas fueron las 3 historias sobre el origen del ñoqui, pero como es probable que ustedes quieran saber sobre “el otro tipo de ñoqui” (es decir, el empleado-ñoqui) ahora paso a contarles:
Allá por los '80, la ironía y la sorna popular argentina comenzó a llamar "Ñoquis" (sí, con mayúscula) a aquellas personas que cobran su sueldo sin ir a trabajar. Estos individuos, generalmente empleados públicos, no aparecían en todo el mes por sus lugares de trabajo, a excepción de, obviamente, el día de cobro de sueldos, o sea, los 29 de cada mes.

En fin, para el próximo 29, ya están avisados.
Adieu!.