Los origenes del beso

Cyrano:… Entonces que venga la muerte a llevarse esta locura, yo he logrado el embeleso, solo os pido una cosa, un beso...
Roxane: ¿Qué habéis pedido?
Cyrano: Hablábamos de un beso...
Roxane: No...
Cyrano: Sí, la palabra es dulce...
Roxane: ¡Cállate!.
Cyrano: En realidad un beso ¿qué expresa?.
Un juramento cercano, una promesa sellada, un amor que se quiere confirmar, un acento invisible sobre el verbo amar, un secreto que confunde la boca con las orejas, un instante infinito, un murmullo de abejas, un sabor dulcísimo, una comunión, una nueva forma de abrir el corazón, de degustar al borde de los labios, el alma…
Roxane: ¡Cállate por favor!.
Cyrano: Sí, mi boca se calma.
(Cyrano de Bergerac).

El beso ha protagonizado ensayos de Historia, Antropología y Sexología; ha llenado páginas y páginas de Literatura, Derecho y Psicología y ha sido sometido a la investigación de médicos y biólogos.

Forma parte de las manifestaciones ordinarias de nuestra vida cotidiana. Pero es un gesto de múltiples interpretaciones. Besamos por educación, por costumbre, por amor, por amistad, por respeto, por gratitud, por felicidad, por tristeza o por mero formulismo. Y, por lo tanto, sus características varían según lo que se desee expresar con él: puede ser apasionado, seco, corto, largo…Las distintas culturas le han otorgado un significado diferente y lo han enfundado de condicionamientos sociales y morales muy variados. A lo largo de la Historia, casi todos los pueblos han conservado esta tradición, adaptándola a los cambios y evoluciones que ha ido sufriendo la sociedad.


Para encontrar los orígenes del beso en la boca hay que remontarse a la Prehistoria. Las investigaciones han confirmado que las madres prehistóricas daban de comer a sus hijos con el sistema boca a boca, lo mismo que hacen los pájaros, los gorilas o los chimpancés. Masticaban la comida y la metían en la boca de los bebés directamente con su propia lengua; de esta forma les facilitaban el paso de la alimentación láctea a la sólida. Esta costumbre se extendió hasta que llegaron a usarla incluso con las personas de dentadura perfecta. El beso en la boca se considera la última fase de la evolución de esta costumbre.

Pero también se puede buscar sus orígenes en una interpretación social del fenómeno. La boca y el aliento son la vida y el alma. El primer grito que da el recién nacido se reconoce como el verdadero síntoma de vida. Asimismo, el hombre abandona el mundo “dando el último suspiro” o “entregando su alma”. En la boca reside la vida y la muerte, ¿y qué es la respiración boca a boca, sino un largo beso, durante el cual el soplo de vida pasa de un individuo a otro?.

Seguramente el beso en la mejilla obedece a otros condicionantes. Las distintas investigaciones permiten deducir que procede de la época en que al individuo le era indispensable un olfato a toda prueba para sobrevivir. Los hombres se olían unos a otros con el fin de detectar a los enemigos y a los amigos, o sea, a los miembros de una tribu o a los de un clan extraño. Se supone que cada grupo debía poseer un olor característico, el olor del grupo.
La teoría del olor indica que en sus orígenes el beso en la mejilla no era una expresión de cariño o de placer, sino un medio de defensa. Los hombres posaban la nariz y los labios sobre la mejilla del visitante como signo de recelo.

Hay un proverbio sudanés que reza lo siguiente: “No beses nunca al que sea capaz de devorarte”. Los esquimales, de carácter muy prudente, resuelven el problema frotándose mutuamente la punta de la nariz, mientras mantienen un ojo vigilando el panorama.
Los pueblos que no se besan nunca –como ocurre en muchas etnias africanas- están intentando proteger su alma, alegóricamente identificada en el aliento o en la respiración. Dios besó a Adán para darle la vida, y en la tradición de los cuentos, el príncipe azul reanima de esta manera a Blancanieves o a la Bella Durmiente del Bosque, víctimas de un embrujamiento maléfico.

Pero el beso también puede simbolizar la muerte y la traición. Judas besó a Jesús ante los centuriones de Herodes para señalar una condena a muerte (hoy se suele llamar beso de Judas al dado por una persona a otra a la que ha traicionado o tiene intenciones de hacerlo). La mafia volvería más tarde a utilizar este signo; según sus reglas, cuando algún miembro del grupo había traicionado a los suyos, un pariente le daba un beso en la boca, lo que indicaba a la victima que todo el clan había aprobado su ejecución y que ya no había lugar ni para la clemencia ni para ningún tipo de pataleos.

Antiguamente, el beso y el alma eran 2 conceptos unidos. Las personalidades no se permitían ninguna familiaridad con un individuo de rango inferior por miedo a que su alma se perdiese. A través de los tiempos, el beso ha sido un elemento diferenciador de jerarquías, regido por el principio de que cuanto más bajo sea el lugar que se ocupe en la sociedad, más se debe inclinar para besar. En la Grecia clásica, los subordinados besaban a sus superiores en el pecho, las manos o las rodillas, de acuerdo con el rango que tuvieran; a los esclavos sólo se les permitía besar la tierra.

En Francia, Luis XIV institucionalizó el uso del besamanos, que en un principio obligaba a los hombres a inclinarse para rozar la mano de las damas. Sin embargo, gran parte de los funcionarios y nobles de la Corte nunca estuvieron conformes con esta nueva norma; encontraban humillante tener que hacer una reverencia ante personas que pudieran ser de un status inferior, e inventaron una regla que no rompía totalmente con el protocolo: irónicamente acercaban a su boca la mano de las señoras en ademán de besarla, operación que no les impedía seguir derechos y, por consiguiente, su vanidad quedaba a salvo.

Los únicos besos que indican igualdad, como se habrá observado, son los que se realizan sin tener que agacharse. Es decir, el beso en la mejilla y en la boca. Así se besan los amigos, los compañeros, los deportistas, las parejas, y los reyes entre sí. En los países del Este, las personas que se tienen en un alto concepto de estima no dudan en besarse generosamente en la boca. Los monarcas se besan para saludarse y despedirse. Esta costumbre parece indicar, de forma implícita, que los sujetos de la acción son almas gemelas y que no perderán nada con el intercambio (los jefes de Estado burgueses no tienen derecho a este privilegio. Su poder es sólo temporal y han de contentarse con un estrecho apretón de manos).

En fin, actualmente expertos de la organización “Relate” (la principal agencia de terapia sexual británica) aseguran que besar es el mejor antídoto contra la depresión y una excelente forma de mejorar la salud. La sexóloga Denise Knowles, que trabaja como asesora en dicha organización, indica que los beneficios para la salud provocados por un beso apasionado se explican porque una fuerte liberación de adrenalina provoca un aumento de la tensión arterial y del ritmo cardíaco. Knowles exhorta a las parejas a que, así como pagan las deudas navideñas, cancelen también las “deudas emocionales” pendientes, empezando a pagarlas...con un beso.

“Bésame, bésame mucho, que tengo miedo a perderte, perderte después…”.

Adieu!!.