3 leyendas urbanas argentinas


1. El laberinto sin salida de Parque Chas.
Queda terminantemente prohibido dirigirse a la manzana de las calles Berna, Marsella, La Haya y Ginebra. Si alguien se animara a dar la vuelta completa, aparecerá en cualquier otro lugar del barrio Parque Chas, menos en el que debería.

Cuenta la historia que en 1957 un grupo de exploradores franceses aceptaron el desafío y, luego de intentarlo, aparecieron en Villa Urquiza, un barrio ubicado a 3 kilómetros. Otra vez, unos urbanistas catalanes formaron dos equipos y caminaron en dirección opuesta con la idea de que se encontrarían en la mitad. No fue así: después de unos largos minutos, uno de los grupos apareció caminando detrás del otro.

La leyenda nació en un cuento del escritor Alejandro Dolina, quien habla de este barrio característico por su difícil trazado de calles circulares y concluye diciendo: “En realidad, conviene no acercarse a Parque Chas".

2. El taxi fantasma de la Chacarita

El cementario de la Chacarita fue creado en el marco de la epidemia de fiebre amarilla que soló la ciudad en el año 1871. Su nombre original fue Cementerio del Oeste y es el más grande de la ciudad. En sus 95 hectáreas de terreno se encuentran calles, bóvedas, panteones, jardines e inmensas galerías subterráneas.
En el año 1978 los diarios publicaron la extraña noticia de una mujer encontrada muerta sobre la tumba de su madre en este cementerio. Aparentemente, según se cuenta en el libro "Buenos Aires es leyenda", de Guillermo Barrantes y Víctor Coviello, existe una leyenda sobre un “taxi de la muerte”, un raro vehículo que me mezcla en la fila de taxis a la salida del cementerio. Cuenta la historia que toda persona que sube a ese taxi comienza a sentir un frío extraño que invade el cuerpo. Y una vez muerto el pasajero, el taxi lo lleva al lugar donde se subió originariamente: al cementerio. En teoría entonces, la mujer de la noticia se había subido a ese taxi.


3. La leyenda de la Facultad de Ingenieria
La actual Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires comenzó a construirse en 1912 bajo las órdenes del reconocido ingeniero Arturo Prins. Detallista y obsesivo, apuntaba a construir el edificio neogótico más sorprendente de la ciudad.

Todo marchaba bien hasta que en 1938, cuando ya había finalizado la primera etapa de construcción, misteriosamente se frenó el trabajo. Algunos hablaron de que los costos habían superado lo presupuestado y otros que los planos tenían un error de cálculo que, de continuar la obra, este terminaría en un derrumbe.

Prins murió un año después y las malas lenguas afirman que decidió suicidarse por no haber soportado el error cometido. En los años 50, un estudiante quiso retomar el proyecto y armó una tesis para continuarlo. No sólo no lo llevó a cabo sino que además jamás se recibió. A partir de ese momento, nadie más se animó a continuar el edificio que está en la avenida Las Heras, en el barrio de Recoleta, imponente e inconcluso.