Museo de la Cerveza

Es milenaria, refrescante, muy variada y nunca pasa de moda. Su consumo previene la anemia, los problemas cardiovasculares, retrasa la menopausia y hace más lento el envejecimiento. Fue la bebida predilecta de Hipócrates y de Carlos V, y hasta el Código de Hammurabi condenaba con la pena capital al que la vendiera en mal estado. Infaltable en reuniones, celebraciones y banquetes, hoy por hoy beberla es, para muchos, un ritual casi sagrado. Sin lugar a dudas, esta espumante rubia que ha robado corazones por todo el mundo, se ha convertido en la indiscutida reina del verano.

Pocas dudas caben de que es la bebida alcohólica más consumida en la mayoría de los países. Existen miles de cervezas diferentes, ninguna parecida a la otra, todas perfectamente identificables, todas con su propia personalidad, y todas elaboradas según un método exclusivo y cuasi secreto. Los maestros cerveceros afirman que hay cervezas para el aperitivo, para el almuerzo, para la cena, para noche, y hasta para el desayuno y la merienda.

Generalmente la bebemos bien fría, pero algunas se deben tomar a temperatura ambiente, o incluso calientes. La mayoría son rubias, pero también las hay negras, tostadas, amargas y dulces…Y sí, desde su creación en tiempos de los sumerios, hace ya más de 4000 años, la cerveza ha recorrido un largo trayecto...

Según cuenta Plinio el Viejo en sus escritos, la aparición de la cerveza puede haber sido incluso anterior a la del vino. No existe ninguna prueba que certifique este punto, pero lo que sí es seguro es que en algunas zonas era mucho más popular que éste, sobre todo en los lugares del norte de Europa, cuyo clima propiciaba el cultivo de cereales más que el de la uva. Y se fabricaba cerveza con todos ellos: trigo, cebada, maíz y, en China y Japón, con arroz y mijo.
En todos estos casos, al igual que hoy, era la fermentación del cereal lo que daba lugar a la estimada bebida, aunque aún no se utilizaba un ingrediente que en nuestros tiempos es imprescindible: el lúpulo. La flor de estas pequeñas plantas es lo que da a la cerveza su amargor y su característica espuma, además de aumentar su capacidad de conservación.

En Mesopotamia se llegó a usar como moneda de cambio, y muchos faraones egipcios dejaban estipulado en su última voluntad que se dejaran varias vasijas repletas de cerveza entre los bienes que los acompañarían en la tumba.
En el siglo XIII, los monjes de Baviera –buena parte de la cerveza era elaborada en monasterios y abadías- introdujeron el lúpulo, y la cerveza finalmente adquirió la contextura y el sabor con que la consumimos hoy. Vale decir que la “ley de pureza” alemana sobre la fabricación de la bebida no ha sufrido modificaciones desde que fue promulgada, en el año 1516.

Cebada, lúpulo, levadura y agua. Esos son los 4 ingredientes básicos, y tanto los fabricantes como catadores coinciden en que no hay que añadirle ninguno más. Así y todo, estos 4 elementos permiten tanta variedad de manipulaciones como para dar lugar a multitud de tipos distintos de cuerpo, color y sabor.

El famoso lúpulo tiene mucho que decir; al fin y al cabo, de él depende el sabor amargo de la cerveza. Por lo tanto, a mayor cantidad de lúpulo, más amargor. Las cervezas más populares son, por lo general, poco lupuladas. Las extranjeras de tipo stout, ale y porter tienen cantidades muy elevadas de lúpulo. Por cierto, estos 3 tipos, muy apreciados en el Reino Unido, suelen beberse a temperatura ambiente.

En nuestro país los gustos son un poco diferentes. Para empezar, en Argentina la cerveza se bebe bien fría –demasiado, para los expertos-, y nos suelen gustar las variedades más pálidas y suaves. El argentino tiene una clara preferencia por el tipo lager, y dentro de él, el subtipo Pilsen, que es la tradicional cerveza rubia o blanca, en una clara diferenciación de la otra, conocida como negra.

En cuanto a la cantidad que consumimos, parece ser que, a pesar de ser un país principalmente vinícola, el consumo de cerveza no es para nada despreciable, digamos que todo lo contrario.


Con respecto a los españoles, podemos decir que son cerveceros a muerte. Si miramos un poco hacia atrás, veremos que este gusto les viene desde muy lejos. Excavaciones arqueológicas realizadas en el Levante encontraron varias ánforas de cerámica fechadas en los años 214/216 a.de C. identificadas como vasijas de cerveza.
Finalmente llegó la difusión de la cerveza a nivel monárquico de la mano de nada menos que Carlos I (que debemos recordar que también era Carlos V de Alemania). Cuando llegó por primera vez a España, lo hizo acompañado de una corte de nobles y soldados de Flandes…y varios barriles de deliciosa cerveza, por supuesto, alemana. Su hijo, Felipe II fue un poco más avivado y, a su regreso de Flandes en 1559, no sólo trajo cerveza en abundancia, sino que también a varios maestros cerveceros, para tener asegurada una constante provisión.

Esta historia se fue repitiendo en casi todo el mundo hasta llegar a la época actual en donde no hay prácticamente región en la tierra en donde su consumo no se haya difundido a nivel popular. Hoy en casi todos los países podemos encontrar variedad de marcas alemanas, británicas, belgas, basileñas y holandesas, que van desde las vigorosas stout y porter, hasta las Pilsen y otras variedades imaginativas. Estas últimas varían desde las rubias con poco cuerpo, muy ricas para tomar bien heladas y calmar la sed, hasta las cervezas de abadía, oscuras, fuertes, muy lupuladas y sabrosas.

Estados Unidos es el primer fabricante de cerveza, y también los primeros consumidores, algo que no resulta extraño debido a que su población supera a la de cualquier país occidental.

Algunas cervezas norteamericanas, como la Budweiser, son mucho más livianas que las europeas y no logran mucha aceptación en el viejo continente, acostumbrado a las de mayor consistencia.

Alemania queda como el país cervecero por excelencia, cualidad que no se molesta en ocultar en lo más mínimo, como muestra su popular Oktoberfest. Aquí, en la fiesta de la cerveza por excelencia, que se celebra puntualmente cada mes de octubre en la ciudad de Munich, los amantes del brebaje dorado están en su propio paraíso. La fiesta se instauró en 1810, con motivo de la boda del príncipe Luis de Baviera con Teresa de Sajonia, y ha continuado sin interrupción hasta hoy. Los que la han visitado coinciden en que sólo es apta para hígados de pelo en pecho.

En fin, mi preferida es la Stella Artois, la más veterana entre las belgas. Esta cerveza es del tipo Premium Lager y se elabora, desde 1366, en la zona de la hermosa Lovaina (Leuven) . Tiene 5,2 % de graduación alcohólica, que se pueden llevar muy bien, siempre y cuando no te tomes 10 barriles, claro está (si tienen oportunidad y gustan de una buena cerveza rubia no duden en probarla).

Para los auténticos cerveceros que viven cerca del lugar, o posean un bolsillo holgado para viajar, recomiendo que visiten el Het Anker (El Ancla), una cervecería-museo y lugar perfecto para degustar una deliciosa Gouden Carolus, la cerveza típica de la zona de Manilas, Belgica, cuyos orígenes se remontan al siglo XIV.

Un museo que, Dios y billete de por medio, me encantaría visitar!.
Adieu!.

Para seguir leyendo:
-Museo del licor
-Museo del Whisky
-Licores del Mundo