Hachiko, el perro que esperó 9 años a si dueño ya muerto

Dicen que en Akita, una de las principales ciudades de la región de Tohoku, en el norte de Japón, se produce el mejor arroz del país y posee las mujeres más hermosas. La ciudad es también conocida porque cuentan que un 12 de junio de 1973 se le apareció a la hermana Agnes Sasagawa la virgen María cuando oraba en el convento. Pero si la ciudad de Akita se hizo famosa fue gracias a “Hachiko”, el cuadrúpedo de raza Akita Inu que esperó durante 9 años a su dueño ya fallecido.

A principios de la década de 1920, Eisaburo Ueno, profesor del Departamento de Agricultura de la Universidad Imperial (actualmente la Universidad de Tokio) y residente de Shibuya, se convirtió en el dueño de un cachorro Akita Inu. Nacido a finales de noviembre de 1923, el cachorro fue entregado al profesor Ueno aproximadamente 2 meses después. El profesor lo nombró Hachiko y desde un principio se hicieron inseparables. Tal es así que todos los días a las 9 de la mañana, cuando el profesor se iba a trabajar “Hachi” lo acompañaba a la estación de Shibuya y observaba como su dueño compraba el boleto y luego desaparecía entre la multitud que abordaba el tren. Cuando caía la noche, Hachi regresaba a la pequeña plaza que estaba frente a la estación a esperar la llegada de su amo y así regresar juntos a su hogar. Esto se convirtió en una rutina diaria en la vida del profesor y de Hachiko, y es así como la historia de la lealtad de este animal hacia su dueño se diseminó por los alrededores. Las personas que transitaban por el lugar siempre comentaban este hecho.

Sin embargo, una tragedia irrumpió la tarde del 21 de mayo de 1925. Por esos días la salud del profesor no era muy buena y estando en la universidad sufrió un ataque cardíaco que le produjo la muerte (la historia cuenta que en la noche del velorio, Hachiko, que estaba en el jardín, entró por la ventana de la casa, se dirigió a la sala donde estaba el cuerpo del profesor y pasó toda la noche acostado al lado de su amo).
Luego del fallecimiento de Ueno, Hachiko fue enviado a la casa de unos familiares del profesor, y después de escaparse reiteradas veces para regresar a su hogar en Shibuya, Hachi advirtió que en ese lugar ya no vivía más su dueño. Fue así como el perro comenzó la peregrinación a la estación de trenes a esperar el regreso de su amo.
Los días se volvieron semanas, las semanas meses, los meses años y aún así, Hachi iba cada mañana a la estación, esperaba el día entero sentado en la plaza y al llegar la hora de regreso del profesor, buscaba entre todos esos rostros extraños aquel que amaba.

Con el paso del tiempo, Hachiko comenzó a tener más y más popularidad. Diarios de todas partes contaban su historia, había álbumes de figuritas con la cara del perro y hasta fue "invitado" varias veces para hacer una participación especial en las exposiciones caninas "Nippo".

El 21 de abril de 1934 los habitantes de Shibuya contrataron a Teru Ando, un famoso escultor japonés, para que realizara una estatua en honor a Hachiko. La estatua de bronce que fue colocada frente a la estación, donde solía esperar Hachiko, tenía un poema grabado que se titulaba “Líneas a un perro fiel”. Lamentablemente, durante la Segunda Guerra mundial esta primera estatua fue retirada y fundida para armamento. Sin embargo, en 1948 se hizo una réplica por Takeshi Ando, hijo del escultor original, y es la que todavía existe hoy en la estación de Shibuya.

Debido a los años en la calle, Hachiko estaba muy delgado, tenía varias cicatrices y estaba sordo de un oído. A la edad de trece años, en las primeras horas del 8 de marzo de 1935, Hachiko pasó sus últimos minutos en una calle de Shibuya. La muerte de Hachi estuvo en las portadas de los principales periódicos japoneses, y muchas personas sufrieron por la noticia.

Sus huesos fueron enterrados junto a los del profesor... Hachiko finalmente se reencontraba con su amado compañero.


Adieu!!.

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