¿Vuelve el cinturón de castidad?

Los cinturones de castidad están cada vez más de moda. La tendencia comenzó en los años ‘90 y hoy por hoy las páginas web y sex-shop los venden como pan caliente. Acaso ¿estamos en los albores del verdadero siglo de oro de los cinturones de castidad?.

Según se dice, los cinturones de castidad fueron utilizados por los caballeros que, antes de partir a las Cruzadas, se los ponían a sus mujeres para evitar adulterio, infidelidades y pequeños deslices. Al parecer, nada mejor para estos celosos y aguerridos maridos que un buen cinturón como garantía de la abstinencia sexual de sus consortes. Ahora bien, si esto realmente hubiera sucedido, los caballeros cruzados se hubieran quedado sin mujeres pues las distintas infecciones, abrasiones y laceraciones provocadas por el contacto con el metal las hubiera matado.

Investigaciones realizadas por los museos Cluny de París, el Nacional Germano de Nuremberg y el Británico de Londres, llegaron a la conclusión de que los ejemplares que tenían en exhibición no habían sido fabricados en la Edad Media, y por ende los retiraron de sus vitrinas.Otra investigación, tal vez una de las más serias y respetables sobre las verdades del insufrible artefacto, fue publicada en 1931 por el doctor Eric John Dingwall. Este hombre encontró, en Bellifortis, la primera referencia a un cinturón de castidad en una enciclopedia militar escrita siglo y medio después de la última cruzada. Dingwall cuenta que en el año1889, durante la restauración de una iglesia en la ciudad austríaca de Linz, fue hallado el cadáver de una acomodada y pudiente adolescente del siglo XVII, que llevaba puesto un cinturón de castidad. De ahí en adelante, hay testimonios verosímiles sobre su uso pero referidos a monjes y adolescentes que, más que para garantizar la castidad, debían llevarlos para evitar la masturbación.

La medicina de esos tiempos aplicaba a la masturbación criterios "morales". Se decía que el sucio hábito de la estimulación de los órganos genitales para provocar placer, además de condenar las almas, ocasionaba miles y miles de enfermedades. Se idearon muchos métodos para descubrir a los niños y niñas masturbadores y se crearon varios remedios contra esta “adicción”, hasta que finalmente llegó la cura: un cinturón de castidad masculino diseñado "para proteger al pene de uno mismo", como bien diría Roberto Palacio en su libro “Sin pene no hay gloria”.
Con lo dicho anteriormente, queda claro que las historias sobre los insoportables cinturones y los caballeros medievales son producto de los poetas románticos del siglo XIX.

En la actualidad se utiliza como objeto de placer sexual en prácticas sadomasoquistas, y no tanto. Es posible también que se esté usando para la prevención de violaciones, como lo hacen las jóvenes suecas, o para fines machistas, como lo hizo en el año 2004 un británico que sólo dejó viajar a su mujer a las islas griegas a condición de que llevara puesto un cinturón de castidad. Esto no hubiera pasado a mayores, o mejor dicho no hubiera salido a la luz, si no fuera que la mujer, al pasar por los detectores de metal del aeropuerto, hizo sonar la alarma. Tras revisar a la abochornada señora, y escuchar boquiabiertos la increíble historia de celos de su marido, los agentes pudieron comprobar que llevaba un cinturón de castidad y, todavía perplejos, la dejaron embarcar en el vuelo de la British Airways con el artilugio de acero.

Coleccionistas, parejas juguetonas que desean ponerle pimienta a la relación, vitrinas de bares, producciones cinematográficas y hombres extremadamente celosos son los que más lo solicitan. O por lo menos así lo afirma Giuseppe Acacia, dueño de una fábrica que desde hace 10 años exporta cinturones a distintos países del mundo, incluido Argentina (un dato que no se debe pasar por alto, aunque sea bastante previsible, es que la mayoría de los encargos que recibe Acacia vía internet son de los países árabes…).
Giuseppe también cuenta que el 30 por ciento de los cinturones que vende son para hombres, y entre los pedidos más insólitos está el de una pareja que encargó dos cinturones a la medida: como quién diría uno para la cartera de la dama y otro para el bolsillo del caballero.

En fin, el cinturón de castidad está llegando nuevamente a los hogares, y, por lo que se ve, esta vez para quedarse. Y sí, sobre gustos… hay mucho escrito, pero eso es otro tema.


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