El buscador de tesoros


A finales del siglo XIX moría en un asilo de beneficencia de Nueva York un ex millonario aventurero y romántico, cuya obsesión vital había sido buscar arcones repletos de oro, perlas y piedras preciosas en la isla de Cocos, en el Pacífico; la auténtica Isla del Tesoro. August Gissler dejaba este mundo en la más absoluta indigencia, sin haber logrado su propósito y con la mente trastornada. Gastó su fortuna y su vida en lo que él considero que lo merecía. Y todo por un extraño mensaje llegado a sus manos que, según la leyenda, contenía la clave de un tesoro maravilloso.

“Sigue el curso del río, setenta pasos hacia el interior de la isla – decía el documento-. Cuando te vuelvas hacia el norte, reconocerás una peña. A la altura de los hombros de una persona encontrarás una grieta. Habrás de introducir por ella una palanca de hierro. Entonces se abrirá ante ti una puerta excavada en aquella roca. Detrás de ella se encuentra escondido un magnífico tesoro”.

Gissler era muy rico, no necesitaba trabajar, y la pista que ofrecía este documento era tan atractiva como para dedicarle su vida y su dinero.
Quien hoy en día siga esa descripción puede verse cubierto de riquezas fabulosas, porque en este lugar esperan, según una antigua leyenda, más de 30 toneladas de oro y piedras preciosas, una estatua de la virgen de tamaño natural y los 12 apóstoles, gran cantidad de custodias y objetos eclesiásticos, además de 273 espadas, de oro macizo todas ella.


Este es, ni más ni menos, el famoso tesoro de Lima que las autoridades coloniales españolas escondieron a principios del siglo XIX para evitar que todas esas riquezas cayeran en manos de las tropas revolucionarias independistas que les acosaban. Se cuenta que un capitán escocés enterró todo lo descripto en la solitaria isla de Cocos, al oeste de Costa Rica.

Hasta la fecha han ido en su busca más de 600 expediciones, apoyadas en mapas descriptivos y otras orientaciones, pero todo ha sido en vano. Muchos de los buscadores perdieron su fortuna en el empeño y algunos incluso la razón. Pero ¿son realidades o son fantasías el tesoro de Lima, las descripciones, las leyendas…?. Lo cierto es que hay personas que lo creen a rajatabla y que hay mensajes “seguros cien por cien” para localizar tesoros que podrían cubrir una isla de 24 kilómetros cuadrados.



Es cierto que los tradicionales buscadores de tesoros tenían mucho de visionarios; no hay que ocultar que soñar con encontrar cofres repletos de perlas, oro y piedras es tan utópico como la esperanza de ganar el Loto de navidad, o aún más. Sin embargo, los tesoros ocultos existen en la realidad, y su valor supera lo imaginable. Según las estimaciones de los historiadores, el valor de las riquezas que se perdieron entre los años 1660 y 1692, en el siglo de oro de la piratería, está calculado en una cifra que supera los 10.000 millones de dólares. También se han hecho cálculos de lo kilos de oro, plata y joyas que deben estar ocultos bajo la tierra de los países europeos. En estes ocultamiento las guerras han tenido mucho que ver.


Por ejemplo, la Guerra de los Treinta Años fue uno de los períodos más peligrosos de Europa, durante el cual las personas se vieron forzadas a asegurar no sólo su integridad física sino también a poner a buen recaudo sus objetos de valor, ante unas tropas que cobraban su contribución por participar en la guerra.

Durante la Segunda Guerra Mundial hubo un caso muy conocido fue el de Hermann Göring, uno de los más altos jerarcas del nazismo. Göring cargó un tren de pinturas, lingotes de oro del banco del Reich y de joyas de los Rothschild y lo envió hasta las proximidades de un pantano, donde era descargado, y sus valiosas piezas volvían a cargarse en camiones. Desde entonces no se ha vuelto a saber nada más de él (sin embargo, los historiadores aún siguen buscándolo).

Si nos remontamos a la azarosa Edad Media fueron las iglesias las que contuvieron numerosos tesoros escondidos. Sin ir más lejos, está el curioso caso del tesoro de Blanca de Castilla. En la iglesia de Rennes le Chateau, en el sur de Francia, un joven sacerdote se topó en 1885, durante los trabajos de renovación del templo, con un antiguo rollo de pergamino oculto en el interior de una columna. El rollo contenía los planos que le condujeron directamente al tesoro de la reina. El sacerdote desapareció de pronto. Se dice que lo hizo para vender los objetos y traspasar el dinero a su amante. Pero el indicio más importante para la credibilidad, o no, de la historia es que algunos de los habitantes de la localidad francesa de le Chateau se enriquecieron de manera misteriosa.


Actualmente, los profesionales de tesoros no se dejan llevar por simples leyendas, ni por mapas poco certeros, ni mucho menos. Hoy están apoyados con documentos históricos, asesorados geológicamente y hasta legalmente por todo un cuerpo de abogados. Están organizados en verdaderas empresas, dispuestos a ganar dinero y a sacar un buen rendimiento a su inversión.

Si usted, luego de concluir con la lectura de este post, quiere ingresar a este interesante y misterioso mundo, hay 2 reglas de oro que no debe olvidar jamás: primero, nunca se lance a una búsqueda sin el consentimiento por escrito del propietario del terreno o finca; segundo, manténgase alejado de las áreas prehistóricas. Si encuentra un objeto de valor histórico, aparte de su valor material, tiene la obligación legal de ponerlo en conocimiento de las autoridades. Eso no significa que estás tienen el derecho de arrebatárselo por las buenas, pero si tendrán el derecho de adquirirlo mediante un pago.
Existe también un principio ya aceptado tradicionalmente entre los buscadores: si descubre algo que ha permanecido oculto durante tanto tiempo que ni se sabe de quién es, ni es posible determinar quién fue su propietario, el tesoro se reparte entre el propietario del terreno y usted, el feliz descubridor.


Para concluir, hay que decir que del buscador visionario, loco, romántico y solitario queda muy poco. La experiencia está demostrando que son más efectivos los equipos con modernas tecnologías de detección, asesoramiento e información de todo tipo. No son soñadores sino sumamente prácticos; quizá más preocupados por el rescate de oro que por la fuente de información adicional histórica y documental que forma parte también del tesoro, pero que no brilla a primera vista.

En fin, usted ya está avisado.