La Pasta Italiana

Las hay en forma de moñito, lazo, lámina, tirabuzón; de huevo, morrón, espinaca, sémola o rellena; con tomate, carne picada, crema, o aceite de oliva; en ensaladas o como único plato, la pasta, fresca o seca, admite miles de combinaciones y aderezos. Y, para colmo de bondades, la Organización Mundial de la Salud y los nutricionistas no cesan de elogiarla al resaltar su alto valor nutritivo y bajo porcentaje en calorías. ¿Hay que agregar alguna otra razón que justifique por qué el mundo entero parece dispuesto a incluir en su gastronomía 1 de los emblemas de Italia?.
Si indagamos en el origen de esta famosa pasta, los historiadores no se ponen para nada de acuerdo. Algunos dicen que fueron los etruscos que poblaron la tierra italiana varios siglos antes de Cristo. En un bajorrelieve de una tumba etrusca situada en las cercanías de Roma, que data del siglo III antes de Cristo, se encontró un rodillo para elaborar pasta y un cortapastas parecido al que, actualmente, se recortan las deliciosas lasañas y exquisitos ravioles (esto me recuerda a la “Pastalinda” que le regalé a mi madre cuando cobré mi primer sueldo trabajando en un museo Municipal).

Platina, prefecto de la Biblioteca del Vaticano, escribió en el siglo XII que los macarrones con queso eran una herencia proveniente de las cocinas de Génova y Nápoles. En un libro titulado "Olla Cocinera", del siglo XIII, se determinó que la lasaña se comía como tira de pasta en caldos enriquecidos. El autor de dicho libro era un marino. Todas estas pruebas le han quitado a China el lugar de origen de la pasta, sobre todo por que varios investigadores aseguran que Marco Polo nunca comentó, en su “libro de viajero”, sobre la pasta; ni que fue el primero en llevar, de China a Italia, fideos y tallarines.

Pero si hay algo que abunda, además de la harina y los huevos, son las anécdotas que se tejen a su alrededor. En la época de César Augusto, cuando Roma ya rondaba el millón y medio de habitantes y comenzaron los problemas de abastecimiento, las familias idearon un modo de manipular el trigo para impedir que se estropeara con el almacenamiento. Resultó tan fácil como moler, amasar la harina, enrollarla en láminas finas y dejarla secar al brillante sol. Este novedoso y sencillo sistema permitía conservar el alimento al menos durante un año. Mientras, en las cocinas de los nobles y pudientes, la pasta que se consumía era fresca. Hubo que esperar hasta el siglo XIX para ver cómo la pasta seca era signo de distinción en las mesas de los personajes más ilustres de Europa (existe un legado de 1279 en el que un soldado genovés incluye en su testamento un “Bariletto pieno di mascheroni” -barrilito de macarrones-).

Otra anécdota cuenta que cuando un chambelán (noble que acompañaba y servía al rey) de Fernando II inventó, a mediado del siglo XIX, una suerte de tenedor con 2 pares de dientes, las clases más refinadas empezaron así a consumir esta pasta sin ningún tipo de pudor. También se dice que Garibaldi, para celebrar el desembarco de “Los Mil” en Marsal, obsequió a sus soldados suculentas raciones de spaguettis con atún. O la promesa de macarrones que hizo Napoleón a su exhausta tropa, formada en parte por hombres de Nápoles.

Desde entonces, el furor por la enharinada y riquísima pasta continúa y, por lo que se ve, va en ascenso. Hace pocos años, la UNIPI (Unione Industriali Pastai Italiani) realizó una encuesta sobre el concepto de identidad italiana para los turistas. La sorpresa fue grande: ni Gianni Versace, ni Miguel Ángel, ni Luciano Pavarotti, ni el futbol, ni siquiera la Ferrari. El verdadero emblema de su país resultó ser la pasta.

Siguiendo la hermosa rutina de los sábados de comida "internacional", fuimos con Mariano al supermercado y compramos unos “Tagliatelle Paglia e Fieno”. A continuación paso a contarles un poco sobre esta pasta.

Las palabras Plagia e Fieno se pueden traducir al español como “Paja y Heno”. En el blog “El fogón de Polo”, Leopoldo nos cuenta que cuando se combina un plato de pasta amarilla (sólo de huevo) que se asemeja a la paja, y pasta verde (de espinacas) que se asemeja al heno, al prepararlas y servirlas juntas se les llama Paglia e Fieno o "Paja y Heno”. Por lo tanto nos estamos refiriendo a un tipo o clase de pasta y no a un plato en si mismo.

El origen de la pasta Paglia e Fieno es discutido, unos dicen que tuvo su origen en algún restaurante de la Vía Veneto, en Roma, otros afirman que fue en la ciudad de Parma, en donde es considerado un plato típico regional.

Sin importarnos el terrible calor veraniego, hoy nos dispondremos a degustar esta pasta acompañada de una deliciosa salsa de tomate y albahaca (de mi propia huerta, o mejor dicho, de mi propia plantita) y mucho queso rayado. Queridos lectores, se aceptan recetas de todo tipo.

Bon appétit!!!.

Y como siempre…Adieu!.