Arquitectura Museística: La Torre Eiffel

Si pudiera viajar a París no sería para visitar el museo del Louvre, sino para contemplar y admirar, mientras escucho en mi mp3 “La vie en rose” de Edith Piaff, la magnífica y esbelta Torre Eiffel.

Símbolo de París, icono de su identidad, esta gran estructura metálica que lleva por nombre el apellido de su diseñador, el ingeniero Alexandre Gustave Eiffel, se montó para que fuera el arco de entrada a la Exposición Universal de 1889, la Feria mundial que se organizó para conmemorar el centenario de la Revolución Francesa.
En un principio, Alexander Eiffel presentó este proyecto al Ayuntamiento de Barcelona, para montarla en esa ciudad, para la Exposición Universal de Barcelona (1888). Pero el ayuntamiento barcelonés la consideró una construcción extraña y costosa. Por tal motivo lo presentó a los responsables de la Exposición Universal de París, donde finalmente se erigiría (sus planos fueron elegidos entre más de 700 propuestas presentadas). París aceptó levantarla, pero inicialmente pensaron que la desmontarían al finalizar la exposición.

Los trabajos empezaron en la explanada del Campo de Marte el 1 de julio de 1887, y terminaron dos años después; en ellos intervinieron unos 250 obreros. Como material básico se empleó hierro forjado y colado sin revestir. En función de la naturaleza puramente estética de la torre, Eiffel la concibió como una estructura abierta, elemento que le proporciona una mayor ligereza. Gracias al original entramado de las vigas, incluso con viento huracanados, la torre nunca se inclina más 12 cm. Para anclar la estructura en el suelo, Eiffel colocó 4 pilares utilizando un sistema de prensa hidráulica que ya había experimentado en la construcción de algunos de sus puentes. La torre se sustenta sobre grandes arcos parabólicos y carece de funcionalidad alguna (en la actualidad está coronada por una antena de comunicaciones). Los ascensores acristalados, diseñados por la firma estadounidense “Otis Elevatór Company”, contribuyeron a hacer del monumento una de las principales atracciones turísticas del mundo. Construida sin errores, sin accidentes y sin retrasos, tal como señaló la revista “Scientífic American”, en Junio de 1889, la Torre fue inaugurada, entre la admiración popular, por Eduardo, Príncipe de Gales.
Increíble por donde se la mire, cuesta creer que el amor entre París y la Torre Eiffel no fue a primera vista (tal vez por ello, sólo tal vez, eso sea la razón por la cual su mutuo amor perdure con el paso de los años).

Durante los primeros años del siglo XX, la torre corrió el peligro de ser desmantelada, ya que fue considerada por muchos parisinos como una abominación de la arquitectura moderna. Particularmente “ofendidos” se mostraron algunos intelectuales y artistas, como el poeta Paul Valéty. La polémica alcanzó su punto culminante en 1887, con la aparición de manifiesto titulado “Protesta de artistas” en el periódico Lé Temps. En él, personalidades de renombre del mundo da la cultura solicitaban el abandono del proyecto en estos términos: “Escritores, escultores, pintores y amantes apasionados de la belleza hasta ahora intacta en París, venimos a protestar, con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra indignación en nombre del gusto francés despreciado y en el nombre del arte y la historia francesa amenazados, en contra de la erección en pleno corazón de nuestra capital de la inútil y monstruosa Torre Eiffel. ¿Hasta cuándo la ciudad de Paris se asociará a las barrocas y mercantiles imaginaciones de un constructor de máquinas para deshonrarse y afearse inseparablemente? Pues la Torre Eiffel, que ni siquiera la comercial América querría, es, no lo dudéis, la deshonra de Paris (...)”.Otros ciudadanos, sin embargo, mostraron su complacencia; una vez clausurada la Exposición, el gusto del público ya se había hecho a la presencia del moderno monumento. Pero lo que resultó fundamental para que la Torre no pasara a mejor vida fue que era el lugar perfecto para la instalación de antenas y equipos de radio. Esto detuvo los proyectos de demolición. Se instaló una potente antena que recibía ondas de radio alemanas, en la Primera Guerra Mundial, por lo que fue de enorme ayuda a los aliados, y claro está, para la Torre misma.

Con una altura superior a los 300 m, la Torre fue el edificio más elevado del mundo hasta la erección del Edificio Chrysler de Nueva York, en 1930. Obra cumbre de su creador, este intento por extraer todas las cualidades estéticas del hierro constituye la exaltación de la nueva arquitectura y del progreso.

Tiene 3 pisos y a diferencia de los modernos edificios, cuenta con una estructura visible, con sólo 2 plataformas intermedias y un mirador superior. Desde la cima y desde el 2º piso, ya se puede observar París y sus principales lugares turísticos: el Arco del Triunfo, el Louvre, el Musée d’Orsay, la Catedral de Notre Dame, la Basílica de Sacre-Coeur (o del Sagrado Corazón), el Trocadero y Champ de Mars.

En el 1º piso están, entre otras cosas, el restaurante Altitude 95 (que como su nombre nos anticipa, se encuentra a 95 metros sobre el nivel del mar) una sala de exhibiciones, una cafetería, una oficina postal, una tienda de souvenirs, una sala de proyección de videos informativos, acceso a Internet y un sistema de monitoreo láser de la oscilación de la torre.
En los meses de invierno, se monta una pista de hielo de 15 por 7.5 metros. Todos los visitantes la pueden usar libremente presentando su boleto de entrada a la torre. Allí proporcionan, sin costo, los patines.
En el 2º piso su mirador ofrece una vista circular sobre París. Aquí se encuentra el restaurante Jules Verne, que es muy lujoso y costoso, y para poder cenar en él es necesario contar con una reserva anticipada de varios meses. También hay una tienda de souvenirs gastronómicos de París. En esta tienda se encuentran chocolates, dulces, foie gras, quesos y muchas otras delicias características de Francia y de París.

El último piso ofrece representaciones históricas en cera. También hay indicadores de la dirección y de la distancia de las principales ciudades del mundo, así como de los principales monumentos de París.
Cuando comienza a atardecer, la Torre Eiffel se ilumina totalmente con casi 20 mil luces y 300 proyectores. Los primeros 10 minutos de cada hora con posteridad al atardecer, la torre se llena de chispas luminosas que aparecen en su estructura. Poco a poco, toda la ciudad comienza a iluminarse…


Realmente debe ser un espectáculo inolvidable.

Adieu!!!.