Costumbre Museística: La Siesta

Necesidad imperiosa para unos y paréntesis revitalizador para otros, la siesta es una costumbre arraigada en Argentina, España y Latinoamérica, pero también en China, Taiwán, Filipinas, India, Grecia, Oriente Medio y África del Norte.
La palabra siesta proviene del latín “sexta hora”, es decir, el tiempo que se destina a dormir después del almuerzo.
Los calurosos días del verano invitan irresistiblemente a esa pausa, tan deseada, en la actividad.
Los que pueden permitírsela son mirados con cierta envidia por sus amigos o compañeros. Domingo Faustino Sarmiento, que criticaba las largas siestas provincianas, debió ceder a ella cuando viajó a Córdoba, Tucumán y luego por el Paraguay. En su libro “El tiempo más hermoso” el poeta Jorge Vocos Lezcano recuerda su niñez en Córdoba y a rememora a su padre sentado en un sillón del amplio caserón durmiendo la siesta, rogando, previamente, a sus hijos que no hicieran ruido.

Muchos son los personajes famosos que practican o han practicado esta saludable costumbre. La mayoría suelen ser artistas, pintores, escultores, hombres de letras…y aquellos que no tienen un horario laboral fijo y por lo tanto pueden permitirse el lujo de adecuar el sueño a sus necesidades. El escritor inglés Anthony Burgess, en su libro “Todo sobre la cama”, describe como nadie los efectos de la cabezada de sobremesa: “Pesado después de una comida, las manos cruzadas sobre el vientre, uno tiene la sensación, sentado en una silla, de caer suavemente hasta el punto de descanso muy hondo dentro de uno, tocarlo un instante y elevarse de nuevo hacia la superficie refrescado”. Y el record de siestas literarias lo ostenta, casi con toda seguridad el protagonista del cuento “Rip Van Winkle”, del norteamericano Washington Irving, que se echó a dormir en el campo tras haber probado bebida que le ofrecían unos desconocidos… para despertar 20 años después.
A los ejemplos citados debemos agregar el de varias personalidades de todo el mundo que han llevado la siesta al papel o a la práctica. El escritor español del siglo pasado Mariano José de Larra escribió en sus “Artículos de costumbres”…”me levanto a las 11 y duermo siesta”. El famoso escritor Miguel de Unamuno también descansaba entre sus clases en la Universidad y su creación literaria; Camilo José Cela, escritor español contemporáneo, no sólo la practicaba diariamente sino que acuño para ella la definición de “yoga ibérico” (el novelista decía que había que hacerla “con pijama, Padrenuestro y orinal”). También políticos famosos, como Winston Churchill, que aprendió la costumbre en Cuba, y José Stalin, eran partidarios de este medio de relajación de los momentos más difíciles de la Segunda Guerra Mundial. Y una de las mentes más brillantes de nuestro tiempo, Albert Einstein, también fue un gran entusiasta y cultivador de la misma.

Al igual que hay una siesta para cada circunstancia, podría decirse que hay una siesta para cada persona; no todos los que duermen la siesta la duermen igual en cuanto a su duración. Esto puede obedecer a las mismas razones por las que algunas personas tienen suficiente con dormir 5 horas por la noche mientras que otras necesitan 8 o 9.

El periodista alemán Dieter E. Zimmer, en su libro Dormir y soñar, habla de las investigaciones realizadas por Paul Naitoh y John M. Taub, que demuestran que la utilidad de la siesta depende de cada persona y momento, según sus necesidades. También han comprobado que los mexicanos duermen más horas cada día que los ingleses o los norteamericanos. Sin embargo, un mexicano duerme el mismo número de horas por la noche que un inglés o un yanqui. Algunos prefieren la llamada “siesta del carnero”, que es la que se duerme antes del almuerzo y no después.
En 1986 los profesores Juergen Zulley y Scott Campbell, del Instituto Max Planx, declararon que el ser humano está capacitado para dormir no una sino 3 siestas al día gracias a un reloj biológico que nos marca una hora de siesta por 4 horas de vela, entre las 9 de la mañana y las 5 de la tarde.
La siesta podría ser también una manera de recuperar el sueño perdido; estudios realizados en EEUU han descubierto que un alto porcentaje de norteamericanos que sufren de falta de sueño. Allí la siesta no está tan extendida (salvo en verano en los estados del Sur), pero es lo bastante común que la gente se quede dormida viendo la televisión o, lo que es más embarazoso, en una reunión de trabajo.


No todos tenemos la resistencia de Napoleón, a quien se atribuye esta frase referida al sueño: “Cuatro horas para el hombre y cinco para la mujer; sólo los cretinos necesitan más”. Y aún así parece ser que el emperador francés, aunque repetía mucho esta frase, tenía propensión a quedarse dormido en cualquier hora y lugar, y aún antes de dar una gran batalla. Y por último, la siesta inspiró a poetas y músicos. Esteban Mallarmé escribió un poema titulado “La siesta de un fauno”, e inspirándose en ella Claudio Debussy compuso el “Preludio a la siesta de fauno”, obra maestra del impresionismo musical.

En fin…una costumbre que no hace distinción y por eso llevamos siglos disfrutándola.


Adieu!!!.