El Museo de los Fantasmas



Hace unos días miré con mi compañero Mariano, por enésima vez, la saga “Poltergeist”, (un clásico de las películas de terror de la década de los ´80 y porque no de todos los tiempos).
Sí, me apasionan las películas de terror, especialmente cuando hay fantasmas (me atrevo a decir que todos, alguna vez, hemos escuchado alguna leyenda o narrado algún cuento sobre fantasmas, y ya sea que elijamos, o no, creer en los espíritus es innegable que sólo tenemos que observar a través de la historia para encontrar estas apariciones).

Los fantasmas (del griego φάντασμα, "aparición") son supuestos espíritus o almas desencarnadas que se manifiestan entre los vivos de forma perceptible (por ejemplo, tomando una apariencia visible, produciendo sonidos u olores o desplazando objetos -poltergeist-) principalmente en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con sus personas cercanas.
La creencia en fantasmas, espectros, ánimas del Purgatorio, almas en pena/ errantes es muy propia de la naturaleza humana y ha generado, y genera, una amplia literatura (novela gótica o de terror) que ha inspirado a la cinematografía y al teatro.
La creencia en fantasmas se testimonia desde los primeros textos escritos sumerios y egipcios: el fantasma de Enkidú se apareció a Gilgamesh en la llamada Epopeya de Gilgamesh. También se encuentra extendida por otras civilizaciones de muy distinto desarrollo cultural. La Odisea del griego Homero y la Eneida del latino Virgilio acogen viajes de ultratumba. Los romanos ponían un puñado de tierra sobre el cadáver porque si no el alma erraría por toda la eternidad en la ribera de la Estigia, y era preciso poner una moneda en la boca para pagar al barquero o el alma no tendría descanso. Por eso aterraba a los romanos navegar por el mar, ya que no recibirían honras funerarias. A los suicidas romanos se los enterraba con la mano cortada y separada del cuerpo, con el fin de desarmar a su espíritu. Los fantasmas buenos para los romanos eran los manes o espíritus de los antepasados; los malvados eran las larvae, almas de hombres malvados que vagan errantes por la noche y atormentan a los vivos.
En las civilizaciones orientales muchos creen en la reencarnación o transmigración de las almas. En China son numerosos los relatos tradicionales sobre fantasmas; se creía en ellos y hasta se les rendía culto. Dentro del Budismo, los fantasmas son almas que rehúsan ser recicladas en el curso del Samsara (ciclo de la reencarnación).
En Occidente la creencia en fantasmas se fue difuminando desde la creencia irracional en ellos de la Edad Media al escepticismo de la Ilustración en el siglo XVIII, cuando el padre Feijoo, embutido en una lucha sin cuartel contra las supersticiones, llegó a decir que "no hay fantasma ni espectro que no desaparezca al conjuro de una buena tranca". En ese mismo siglo, el doctor Samuel Johnson llegó a la conclusión de que el fantasma de Cock Lane en Londres era una farsa. La creencia en fantasmas, sin embargo, resurgió poderosamente con el Romanticismo del sigo XIX y todavía hoy se ve a los fantasmas como almas en pena que no pueden encontrar descanso tras su muerte y quedan atrapados entre este mundo y el otro. La imposibilidad de encontrar descanso responde a una tarea que el difunto ha dejado pendiente o inconclusa ("promesa"): así, puede tratarse por ejemplo, de una víctima que reclama venganza.

Un dato interesante que no puedo obviar es el siguiente:
Estudios recientes indican que muchos occidentales creen en fantasmas; en sociedades donde la religión tiene mucho predicamento, como los Estados Unidos, una encuesta demostró que el 32% de sus habitantes cree en fantasmas (y en la vida luego de la muerte o del más allá).

Si usted se quedó con ganas de saber aún más, mucho más, sobre estos fantasmas puede concurrir al “Museo de los Fantasmas” (“Ghost Museum Prague”), que ha abierto sus puertas en el distrito de Malá Strana, en las cercanías del Puente de Carlos, para acoger las leyendas fantasmagóricas más célebres de Praga.

Si, un lujo para los amantes, o no, de los espectros y desde ya, un museo que, Dios y billete de por medio, me ENCANTARIA visitar....Buuuuuu.
Salud!